2015
Anuncio publicitario
Una multitud de mujeres camina bajo una lluvia torrencial, a través de un área entre dos hileras de casas; andan ociosas, llamando la atención; los vecinos las miran por las hojas de las ventanas de sus salones.
La mayoría de las mujeres van vestidas con ropas insinuadoras: pantalones cortos, blusas de telas vaporosas, finas y transparentes, sin mangas y adheridas al cuerpo por la lluvia y, además, tienen los cabellos largos y de distintos matices. Todas tienen buena estatura, caminan osadamente, como si fueran modelos profesionales, como esas que exhiben ropas elegantísimas a la manera Cat Walk.
Una de las mujeres toca el timbre de una casa, cuyo porche está iluminado y repleto de flores, un hombre abre la puerta, su cara de asombro y de deseo a la vez se refleja en su mirada de soslayo al ver la cantidad de mujeres enfrente de él. Seguidamente, otra de las mujeres, seductora y amablemente, le pregunta: «¿Podemos pasar a secarnos el cabello?». Él contesta: «¡Claro!». Y con los ojos abiertos de par en par, las deja entrar al salón. Él comienza a secarles el cabello.
Los cabellos se mueven exquisitamente, mientras tanto, ellas muestran un rostro placentero y seductor. Simultáneamente, se escucha el ruido de un secador en funcionamiento y justamente en ese momento… Sale, en la pantalla, la imagen de este hombre acostado en el sofá del salón, despertando sobresaltado y temiendo lo peor —no le da tiempo a atrapar su sueño—, porque se da cuenta de que su esposa le seca, en ese preciso momento, el pelo a la mascota de la casa, un perro galgo afgano.
Lo que sale después, a plena pantalla, es un cartel, con el nombre de una empresa de electricidad, la cual ofrece tarifas económicas y además, un regalo inicial de doscientos kilovatios, colocado enfrente de la cara del hombre que está acostado en el sofá. Este, con cara dócil, afirma todo lo que se dice en el cartel: amarillo, bueno y barato.
La importancia de este anuncio que les describí es efectivamente, comercial, posee en su esencia el intento de influir en las emociones, en este caso, las de los hombres, quienes son el grupo destinatario (casados, solteros, viudos, etc.); en persuadir a estos de que se afilien a la empresa Yello Strom (La Corriente Amarilla), cuyas tarifas eléctricas son las más económicas y las mejores del país. Este mensaje resulta muy atractivo para ellos, ya que, en este, se utilizan a las mujeres como herramienta fundamental de la publicidad y muestran una necesidad intrínseca y subliminal: la de poseer multitud de mujeres a la vez, con el augurio de que les secarán el cabello, a una por una y a bajo costo.
Lo que más gracia me causa es que al hacer una encuesta a los hombres en mi casa, acerca de esta empresa de electricidad y una de las preguntas es: «¿Cuál es el nombre de la empresa?» … No lo saben, lo único que recuerdan son los cuerpos exquisitamente mojados de todas las mujeres.