1992
El Jardín
Una bandada de extraños pájaros se paraba todos los días a las ocho de la mañana en un jardín que lo llamaban El Silencio, porque después que los pájaros destruían todas las flores y frutos, se iban y quedaba todo en silencio.
Eran unas horas aterradoras, nadie se podía acercar a ese sitio, a esa hora, sin pedirle permiso al Rey de los pájaros, estos observaban con cautela su alrededor. Las pobres flores lloraban todos los días, el sollozo no se podía resistir, era horrible, pobrecitas. Los pájaros no se conmovían por nada, lo importante para ellos era destrozarlas y huir luego. No hacían caso cuando se les trataba de espantar.
Un día como otro, el viejecito encargado del cuidado del jardín les propuso darle un saco de lombrices a cambio de que ellos le dejaran las flores tranquilas. Más ellos se rieron de él, le dijeron que lo que querían eran las flores, les gustaba verlas sufrir.
El viejecito entristeció tanto que se creía que moriría de nostalgia. Pues cada primavera vivía la misma escena y ya no podía más con tanto llanto y dolor.
Pasaron muchos años y todo seguía igual...
Pero un día sucedió que llegó al pueblo un señor, que al ver el espectáculo de los pájaros, planeó acabar con aquello, le habló al viejecito encargado del jardín. Más el viejecito no opinó nada, solo lo miró callado y suspiró profundamente.
Así fue como de todas maneras este señor se encargó de todo, estuvo trabajando por mucho tiempo en su invento. Al cabo de un tiempo ya lo tenía listo y se lo presentó al viejecito. Y saben, ¿qué era?
Un extravagante, horrible, enorme y despiadado espantapájaros. Asustaba al verlo, era impresionante. Lo ubicó en el centro del jardín. A la mañana siguiente, todos estaban nerviosos, esperando la reacción de los pájaros. Estos al ver aquello en movimiento, pues el espantapájaros hasta movía los brazos, como un ventilador y les sacaba la lengua de par en par, se fueron, huyeron, quién sabe a dónde, quizás a otro jardín, a otro país, nadie lo sabe.
Solo se sabe que El Jardín El Silencio, recobró su hermosura y el viejecito su alegría. Ahora las flores en cada primavera son más hermosas y coloridas que nunca.