1986
La Fruta Brillante
Un día de esos en que el sol está resplandeciente, iba camino a casa, era mediodía, venía de la escuela. Para llegar a casa tenía que atravesar una plaza, en donde había muchísimos árboles, acacias, apamates, los más bellos árboles ornamentales que nos deleitan con su belleza. También árboles frutales, como mango y granada. Pasaba por debajo de uno de ellos y vi caer una de sus frutas, que al tocar el piso se partió. Me acerqué a tomarla, pues se veía jugosa y al tenerla entre mis manos descubrí una piedra preciosa.
Me fui corriendo a casa y le conté a mi mamá lo que me había pasado y no me creyó. Me puse muy triste, me fui a mi habitación y me quedé dormido de tanto llorar. Soñé y en mis sueños apareció un hada muy hermosa, con vestido blanco lleno de muchos encajes y flores. Me dijo: no llores más, yo sé que dices la verdad, todo va a salir muy bien ya verás. El hada desapareció y desperté al día siguiente. Tenía que ir a la escuela.
De ida a la escuela, uno de esos tantos días, me tropecé con un señor, que me preguntó: - ¿oye niño, tu no has visto una fruta caer, ayer u hoy, o la semana pasada? Me pareció que estaba apenado por haber perdido algo de mucho valor. Me dijo: -que la fruta tenía un recuerdo de su amada y que la quiso guardar allí porque a su amada le encantaba comer granada y pensaba que estaría bien allí pues ella podría comer granada cada vez que quisiera. Pero ya veo que fue una tontería de mi parte, ahora la fruta se perdió y la piedra preciosa también, lo dijo todo con lágrimas en los ojos. Yo le dije: -no se preocupe, yo sé quién la tiene, iré a mis clases, me espera aquí mismo y de regreso a casa usted me acompaña, yo lo llevaré a dónde está el recuerdo de su amada.
Pasaron las horas, el señor me esperaba ya. Caminamos en silencio, no intercambiamos ni una palabra. Me acordaba del hada, mi hada y me sentía tranquilo y protegido. Al llegar a casa, le presenté a mi mamá al señor. Este comenzó a hablar y oí que le decía a ella: - su hijo conoce a la persona que tiene mi fruta brillante. Mi mamá, mientras, sorprendida, callaba. Yo mientras tanto buscaba la piedra preciosa, al rato, se la entregué y se alegró tanto que me dijo: - tú eras quién la había encontrado, te daré una recompensa, les regalaré una casa enorme para que vivan en ella para siempre.
Así terminó todo, mi mamá más nunca volvió a dudar de lo que yo decía. Pero en el fondo de mi ser yo sentía la inquietud de mis fantasías.