Dicen que nadie se casa con su primer amor. Y eso no está tan lejos de todo mi alrededor. Ese primer amor que nos dejó el aliento de la inocencia rondar nuestros cuerpos con miedos, ese amor que delataron nuestras mejillas sonrosadas, ese amor que impulsó el primer encuentro desnudo, ese amor que nos quitó la virginidad a medias y nos desamparó en un sigilo de deseos inconclusos, ese amor que nos hacía castañear las entrañas y nos devolvía el reposo a ratos, ese amor que nos dejaba sin tregua, ese amor que duró bastante tiempo y nos permitía contar los días juntos cada día, ese amor que recordaba el lugar del primer beso, ese amor que nos hace recordar lo inocentes que fuimos , ese amor que nos hacía celosos sin motivo, ese amor que nunca nos perteneció del todo. Sí ese amor después de tantos años es el que nos mueve el piso y nos lleva a pensar y querer traer el pasado a nuestro lado y atarlo a nuestros pies para decirle y gritarle al mundo entero que ese primer amor fue el amor más real de la vida y ojalá pudiéramos arrastrarlo hasta hacerlo presente y futuro.